jueves, 28 de febrero de 2008

Indulgente

Concédeme de una vez
una travesía
en tus mares oculares
y los lunares
de la espalda
que adorna silente
la frenética soledad
de mis insomnios
mas insólitos.

Sutura mis vacíos
y mis fobias,
préstame tu aliento
y tu deseo,
da dos pasos
en mi dirección.

Gasta tus palabras
en momentos
de infinita gracia
o de tiempo
sobre tiempo.

Pronuncia mi nombre
y hazme recorrer
tus labios
con la sonora licencia
de la expectativa.

martes, 19 de febrero de 2008

El Discuso del Cuento

Había una vez un cuento que se rehusaba a ser contado. Nadie podía convencerlo de tomar la desicion contraria. No quería, esa era su excusa, su premisa general. Lo decía todos los jueves. Algunas veces lo decía también los lunes. También se excusaba diciendo que no había quien lo contara como el quería. No se, solo excusas.

Cuando el tiempo se cansaba y se dormía sobre sus laureles, el cuento descansaba de las insistentes miradas que le exigían ser contado. Su victoria consistía en el silencio sutil con el que les respondía. Cuando mas se le preguntaba menos excusas daba. Pero con la apropiada guía podía hacersele explicar sus razones. No quiero, decía para empezar su discurso. Lo repetía como un mantra dos o tres veces. Luego preguntaba, utilizando su voz mas perfecta, ¿por que he de hacerlo?, ¿porque todos lo hacen?. Luego guardaba silencio un momento para que su interlocutor sacara conclusiones sobre la individualidad, de esas que hacen creer en que se es inteligente. El silencio también escondía unos puntos suspensivos y un [inserte aquí el supuesto que pensó].

Olvide que seguía....

Si, claro, el discurso. Continuaba hablando sobre la no-existencia de un ser superior y sobre la no-determinación de la vida. Es decir, que no hay dios ni destino. Normalmente esto le tomaba tiempo suficiente para que las palabras adquirieran un aroma a verdad absoluta, pero solo ligeramente. Así lograba que pasáramos finalmente a otro párrafo.

Cuando llegaba al punto mas débil de su hilo discursivo decía: Debe existir algo mas para mi, algo distinto. Este era realmente el punto central de su desierto personal. El problema es que nadie lo entendía. Eso es, el era un incomprendido. ¿Cuantas características estereotipicas le podríamos dar a un incomprendido?

Luego de su argumento central, que siempre era menospreciado o ignorado, se escuchaba el razonar abstracto de las ideas orbitales: eso es una vieja costumbre, los tiempos cambian, ahora todo es distinto. Incluso a veces culpaba al sistema y sus vicios. Esta era la parte mas notoria por su abundancia en recursos estilisticos y chocolates. Pero solo era porque en realidad eso era lo que los demás querian escuchar. Quizás era su forma de satisfacer un poco a esos que lo escuchaban. Siempre lo entristecía un poco el circo que les armaba, solo para no tener que molestarse en explicarles cosas que no querían escuchar y que seguramente no desearían entender.

Pero insisto en el punto del argumento real que quedaba encerrado. Solo lo mencionaba una vez en su discurso y nadie lo notaba o no le daba importancia. Supongo que debe ser frustrante. Resultaba como una de esas ironías extrañas: era muy difícil hacer que el Cuento empezara un discurso sobre la razón de su deseo de no ser contado, y la razón principal, y quizás la única, nunca era realmente escuchada. Pero eso siempre lo pensaban como un caprichoso. Decía "no quiero" y se rehusaba a ser contado.