miércoles, 26 de diciembre de 2007

Ritmico Latir

Dioses en la cama,
con derechos de autor,
y dificultades
de palabras que vuelan
a través de océanos.

Labios concatenados
entre las sabanas
que cubren nuestros
días impecables
de besos y abrazos.

Y el sol se detiene.

Tu voz sobre la mía
repitiendo el pecado
de sentirse bien.

Querer sin saber querer
y sin querer dejar de
querer.

Los silencios atormentan
al olvido
que hemos olvidado.

Intrincadas e infinitas
flores en tus manos
y palabras con sabor
de paraíso.

Dedos entrelazados
en la ideal pantomima
de nosotros dos.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Poema de una sombra

Los itinerarios se esconden
detrás de las caídas
de los párpado
de todas las soledades.

Babel devora las ganas
de seguir caminando,
Las hormigas siguen
unas detrás de otras.

Inmaculada cercanía
de los extremos opuestos
de todas esas realidades
que saben a papel
de colores imaginarios.

Todo se silencia,
todo se observa a si mismo
con la misma preocupación
con se que devora.

Espirales descendentes,
ya no escucho nada,
nada...

domingo, 2 de diciembre de 2007

Concierto para piano

El tiempo apremiaba, cada movimiento de la llave sobre el picaporte se volvía expectante, como si detrás cada uno estuviera guardada una pequeña explosión de placer. Ambos permanecían en silencio. Se disfrutaban en silencio, entre miradas furtivas que buscaban encontrar el mutuo consentimiento. Mas silencio, la puerta se abre y las sombras se escapan. Finalmente el se acerca, ante la inmovilidad de ella. Los dioses se besan en una relampagueante histeria de hormigas por la espalda.

Entran, sonríen, se alejan un poco. Quieren verse, contemplar la magnificencia del otro. Ambos se persiguen por el lugar en nunca lenta sincronía de miradas y movimientos deseosos. Buscan una expectativa delictiva, un placer antes del placer. El movimiento de caderas debajo de esa falda evidencia una pequeña llamada de atención a las manos de el. La obscuridad se veía interrumpida por la luz de los faroles de la calle, una calle ajena a la realidad de dos amantes desesperados por encontrarse. Cada uno siente el aroma del otro, desvaneciéndose y reapareciendo en el aire, como una avispa que los tienta a la locura.

Ella piensa en la ventana. La ventana que les permite la luz de los faroles y el aroma a noche de verano. Una fría noche de verano, para soñar con hadas que hacen que la gente se enamore. Se acerca lentamente a la ventana, asegurándose que el la observe. El la observa, y ve como sus caderas se dibujan debajo de la falda, y como sus pies van despojándose de sus zapatos con la sensual melancolía del inicio gentil de un desnudo posterior. Se detiene frente a la ventana, y mira a través de ella como los transeúntes caminan con sus paradigmas personales, sin estar consientes del deseo que emanaba de ese apartamento. El la observa, despacio. Su mirada recorre la silueta remarcada por las sombras. La tibieza del bajo vientre se empieza a apoderar de el. Camina, lentamente hacia ella, que espera ahí en la ventana a que las estrellas la observen con envidia. Un par de manos tibias la toman por la cintura...

El la sostiene con firmeza. Su cintura se siente cálida, deseosa. Se extiende acariciando esa cintura tan suave, tan hermosa, tan deseada. Ella siente la respiración en el cuello, anticipa el siguiente movimiento con unas cosquillas en las rodillas. El la besa en el cuello, ella acierta el vaticinio. La besa despacio, saboreando el momento, disfrutando de ese aroma que antes era tan esquivo. La siente, cercana, a su merced. Su deseo aumenta, así como su excitación. La besa con mas pasión, y ella siente como esas manos de en su cintura empiezan a moverse con soltura hacia otros rumbos. Siente como con gentileza acaricia sus senos, sin siquiera buscar la piel, solo sobre la blusa que el desea arrancarle de un solo beso. El la acaricia con soltura, la conoce, la sabe suya, se sabe suyo. El deseo los inunda, los impacienta. Ella susurra su nombre en un gesto de complacencia. El desliza su mano derecha hacia abajo. Toca directamente su piel por primera vez. Su mano se desliza como un ladrón dentro de su falda. La piel tersa del bajo vientre, cálida como atardecer de julio. El la siente, siente su excitación y le provoca, con fuerza la atrae con su mano derecha, haciendo que sus caderas se unan. Ella puede sentirlo, puede sentir cuanto ha crecido su excitación, y le provoca buscar con las manos un objeto del deseo. Pero no puede, el no lo permite, la tiene junto a el. Su mano busca complacerla, estremecerla. Ella con los ojos cerrados siente como el deseo se apodera de ella, desde su monte de Venus hasta sus senos, conectando las firmes manos de el en una línea sexual de placer. El disfruta, ella goza las manos ávidas de movimiento.

Del otro lado de la ventana la gente no sabia siquiera que era lo que sucedía entre los dos amantes. Pocos notaban a la pareja en la ventana observar los transeúntes, y ninguno de esos lograba adivinar que eran mas quedos enamorados contemplando la noche. La sensación de ser observados pero sin ser descubiertos. El sentimiento de la complicidad de dos cuerpos que palpitan en deseo uno del otro.

El siente como el cuerpo de ella se estremece a cada segundo. Los pequeños gemidos de placer agudo se dejan oír solo para sus idos. Ella siente que el cielo esta en sus dedos, el cielo en los dedos. La sensación de intimidad y el olor a deseo les hacen temblar las rodillas, les convierten las mariposas del estomago en halcones peregrinos.

Ella se voltea y lo besa con pasión, con deseo, con ganas de no dejar nunca sus labios gruesos con sabor sandía. El la siente tremulante lasciva, con la maravillosa idea del sexo. Se besan con pasión, como dos amantes que se encuentran después de dos años de ausencias, dos años de amarse entre océanos. Ella lo separa gentilmente, pone su mano sobre su pecho. El se deja llevar hacia atrás, observando como sus ojos pícaros le piden que la quiera por toda la eternidad. Ella se aleja, se pierde entre las sombras del apartamento. El la persigue, la busca entre las líneas luminosas. La luz de los faroles entra buscando las formas sensuales de dos cuerpos en sincronía erótica.

El la ve, en la puerta de la recámara, observándolo con impaciencia. El cuerpo de el se estremece con la sensación y la anticipación del momento. Ella se voltea lentamente, esperando el la persiga. Busca no saber que es lo que el hace cuando le da la espalda. Y empieza lentamente a quitarse la blusa en un acto casi relejo de provocación. El hace lo mismo sin ser visto por ella, mientras camina lentamente hacia la recámara. Se van despojando de sus ropas, como si se tratara de una danza. Cada uno a su modo, cada uno a su ritmo, como dos manos sobre un piano tocando la Sonata de Luz de Luna en un concierto para dos enamorados. Se observan en ropa interior, adivinando las formas de la piel que el pudor esconde.

Se besan, aun de pie, iluminados por las escurridizas luces que los buscan desde afuera. Se besan como si lo hicieran por varias eternidades. El la despoja lentamente de lo ultimo que le queda de ropa, disfruta el momento. Va besando cada centímetro de piel que descubre debajo de la ropa interior con aroma a placer. La besa, despacio, sin excederse, es dueño de si mismo de nuevo, se controla. Las descubre desnuda, renaciente, palpitante de excitación, con la mirada lujuriosa que le derrite el corazón. Se ven rente a frente, y ella decide despojarlo de el bóxer que lleva puesto. Sin dejar deberlo a los ojos, con esa mirada asesina que devora ciudades. El tiembla en sus manos. Ella se levanta asegurándose de que sienta todo su cuerpo subiendo a través de su piel desnuda. Desnudos, se besan, sintiéndose en el esplendor de la mutua intimidad. Intimidad sublime que los deja conocerse en secreto.

El la empuja para que caiga sobre la cama. Ella lo observa con sorpresa, una grata sorpresa que la hace estremecerse. El se inca a los pies de la cama, y besa sus pies, la va besando poco a poco, besa sus piernas, suaves como el cielo de noviembre. Ella tiembpla, lo observa recorrer lentamente sus piernas, con sorprendente lujuria. Sube, llega a sus caderas y siente como se estremece todo el cuerpo de ella y su piel se vuelve arcilla seductora pidiendo que la moldee con la lengua.

Se estremece el cielo con el vaivén deseoso de la lengua de el recorriendo los obscuros secretos de la complacencia....

Sigue, besa su cintura seductora, su abdomen palpitante. Besa sus senos magníficos tallados en el flexible mármol de los sueños húmedos. Ella ríe complacida, deseosa de que la noche no se detenga. El siente la firmeza de la excitación bajo sus labios. Besa lentamente sus senos, moviéndose poco a poco hacia su cuello. El aromático cuello de esa hermosa mujer, sujeto de su deseo. Besa y muerde ese cuello. Y sin pensarlo mas, la besa en la boca, abriendo las puertas del cielo con la lengua.

Ella lo empuja violentamente mientras ríen ambos con picara complicidad. El la toma por la cintura y la vuelve a besar, ella se escapa de entre sus manos. Juegan a el ir y venir de la situación macabra de la sincronía. El la toma finalmente con firmeza suficiente par que su sonriente compañera no pude, ni quiera, escapar. La besa con pasión y descubre en ella el siguiente movimiento. La levanta con una fuerza que solo la libido puede dar y la penetra sin perder el contacto visual. El apagado rumor de las expectativas se va perdiendo en la sonrisa cómplice del hedonismo. El tiempo se detiene sobre los cuerpos desnudos, acariciándolos con envidia. Las manos de el se deslizan al unísono desde las caderas, por las espalda, hasta los hombros. Ella se estremece en sus manos y muerde suave y lentamente el cuello de su pareja. La penumbra los oculta del mundo, permitiéndoles existir en su burbuja de sexo.

El vaivén del deseo, el ir y venir de dos cuerpos deseosos del otro. La satisfacción de verse atrapados en la conciencia demencial del sexo. La habitación se derrite a su alrededor, todo desaparece mas allá de la piel húmeda de esos dos cuerpos. El deseo irrumpe con furia a través de las líneas que ya había dibujado antes. Los dos amantes se transforman en deidades infernales del pecado. Se elevan y descienden con lujuria por sus cuerpos, tensándose de lujuria redentora en cada palpitación de besos y abrazos.

Se desean. El la toma por la espalda, la devora desde dentro, la siente a su alrededor. Ella recorre su espalda con las uñas, le tatúa su nombre en el trasero. Las sensaciones de cálido confort se desbordan sobre los senos firmes de excitación, sobre la respiración pesada y sonora.

Se separan un instante, se ven a los ojos. Ella se recuesta completamente en la cama, el vuelve a entrar en ella. El ritmo deseoso de tiempo se reanuda en un mar de retumbes de corazones al unísono. Corazones al unisonó. Corazones al unisonó.

Ella se ve empujada sobre su espalda en un arrebato. El la contempla con una mirada penetrante. Recorre sus desnudas piernas con las manos impacientes y al llegar a su cadera la hace girar con fuerza. Se coloca sobre ella y la besa en peregrinaje desde los tobillos hasta la nuca. El besa la nuca, mientras sostiene sus muñecas con las manos, inmovilizándola unos instantes. Ella cierra los ojo para concentrarse en las sensaciones del tacto. Lo siente tendido sobre ella, piel con piel, esplendorosamente excitado, resarciéndose sobre ella para besarla con pasión. El se levanta

El deseo se aloja en las sensaciones de fiereza de quienes viven en el momento justo, en la punta de la lanza del hedonismo. La lanza es un símbolo fálico. Sexo. Ella se encuentra ahora sobre sus rodillas, temblando de placer con cada caricia. El la besa de nuevo, por la espalda, en sus caderas de leche. La toma firmemente por la cintura y vuelve a entrar en ella. El placer se deja escapar por la garganta de ambos. Los gemidos que anuncian un paraíso en construcción (cuidado, amantes trabajando). Se quieren y se desean. El la desea, y por eso la recorre, nunca deja de hacerlo, la recorre con las uñas, ligeramente. Sin hacerle daño, pero con firmeza y sin detener el baile sexual, explora su espalda con las uñas. Algunas veces vuelve a besarla en la nuca.

Se desean, se satisfacen.

Ella es quien se separa esta vez, dos o tres eternidades de intermedio. Se acuesta sobre su espalda, y lo atrae a hacia si misma con las piernas. El movimiento termina, de nuevo, en la conexión habitual del sexo. Hablando de sexo, lo importante no es ganar sino tenerlo. Descubren que la forma mas convencional de tener sexo es la mejor. Y se mantienen eternamente entre idas y venidas frenéticas, llenas de tequieros y el viento que entra por la ventana abierta.

Danzan como flores sexuales. El la besa, la muerde, la quiere, la acaricia y la penetra. Ella lo desea, lo siente, lo araña, lo envuelve, lo despeina y lo retuerce de placer. Todo a su alrededor se nubla, no importa nada mas que los instantes previos al final anunciado. El le susurra al oído un verso de Neruda, y luego improvisa un tequiero con voz profunda y temblorosa que se arremolina alrededor de ella como una vorágine de nirvana dentro de una epístola fugaz. Ella gime a las puertas del cielo con los espasmos que la situación amerita. Ambos aceleran el ritmo de sus corazones.

El tiempo se detiene, flota en el ambiente la cálida sensación de relajación. Las hormigas por la piel. Alcanzan la meta con dos segundos de diferencia, lo importante no es ganar, sino tenerlo. Los aromas se acrecientan frente a sus narices, las sensaciones se diversifican en un manantial de calma profunda. La penumbra que los cubre se separa un poco para que puedan observarse a los ojos como dos enamorados. Enamorados. El orgasmo los encontró en el frenético vaivén. La piel se estremece en pequeñas terminales nerviosas que trabajan al unísono. Se aman, se desean. Abrazados esperan que el pecado los alcance. Abrazados se dejan llevar por el mismo tiempo que dejaron atrás en su locura de placer, en su amor.

domingo, 11 de noviembre de 2007

(aqui y ahora)

Consentir la nada,
la inacción futura,
es solo el principio
de lo que mas temo.

La posibilidad del miedo
duele en la incertidumbre
de perder
lo que nunca ha sido mio.

¿Para que volar
si he de caer?

El sentido de la vida
es efímero en mis manos
y la angustia
tiembla en mi voz

domingo, 4 de noviembre de 2007

A Tu Oido

Quizás no tena
nada que decir
mas que lo mismo
que siempre digo.

Quizás el silencio
aun no lo entienda todo
y sea mas sencillo
dejar todo lo demás
a un lado.

No tengo palabras,
no tengo existencias,
capaces de contenerte
dentro de una flor
de alusión sexual.

No tengo nada
y no tengo todo.

No tengo tu voz,
no tengo tu tacto,
te tengo conmigo
y no tengo palabras,
porque, quizás,
seas todo
lo que necesito.

domingo, 28 de octubre de 2007

Derecho de Deseo

Ataduras de grafittis
ligan el fuego pictográfico
con el tintero embriagado
de razones ajenas.

Resulta mas pertinente
creer en excusas
que nos explican
los impulsos eternos
de estas palabras
con sabor a divinidad.

¿Cuantas quimeras públicas
han destrozado tus ojos?

Mitos de orígenes
de estas viejas deidades,
de la pereza y el desapego,
llaman a las alas
de la compartida soledad.

Hay que caminar errantes
por los cimientos
de nuestras ciudades
de privado deseo.

Y después de todo
lo demás que existe
solo es ilusión
con sonidos ambientales.

domingo, 21 de octubre de 2007

El Tren de Muertos

A las 3 de la mañana pasaba por la vieja estacion de mi pueblo el tren. Solo pasaba los viernes. Algunas veces yo corría hasta la estación para poder verlo. Era mucho mas silencioso que esos otros trenes, esos que ensucian su imagen con ese realismo tan cruel que tienen los símbolos industriales. Pasaba desapercibido y nunca se detenía. Nunca me pregunte porque no se detenía en la estación. Tampoco de donde venia o a donde iba. La verdad no me interesa.
Recuerdo que la ligera vibracion que producía en la tierra se filtraba por mis pies hasta el pecho. Se sentía la melancolía de su andar errante sobre la dirección predeterminada de los rieles. Y el aire empezaba a oler a hierbabuena y rosas. Era casi como existir bajo otras condiciones, con otras reglas
Yo iba a buscar. Las veces que lo vi era porque buscaba a alguien. Miraba esos rostros inamovibles, como con vaho. Siempre busque a alguien allí, en el Tren de Muertos. Cuando murió mi gato también lo busque allí. Algunas veces incluso me busque a mi mismo.
La ultima vez que lo vi fue cuando tenia 16 años. Por esas fechas había tomado gusto por caminar por las noches, mi pueblo siempre ha sido muy silencioso por las noches. Escuche a lo lejos el sonido sordo. Me tomo un par de segundos identificarlo. Corrí para verlo, para buscarme en el. Llegue a la estación a tiempo, los pálidos rostros de quienes sufren en silencio observaban el paso de un pueblo por sus ventanas. Lo que escondían era silencio, mucho silencio. Mientras se alejaba note que no era el único que lo había visto pasar. Hacía frío y regrese a casa.

jueves, 4 de octubre de 2007

Las alas de Icaro

Cruces que no desean
redimirme del todo,
castigos de luz de luna.

Se caen las palabras
a mi alrededor.

Volver al principio,
abandonar el vacío
del mítico confort
y el desapego que deseo.

Alfa y omega,
Cuantificar los daños
del no saber
lo que debo hacer.

Rumbos infinitos
sobre le papel,
el altar de sacrificios
exige frases completas
y conceptos finales.

Esta frustración,
que revela su rostro,
parece conocer
mi nombre.

De nuevo nacer
porque olvide el camino.

sábado, 29 de septiembre de 2007

El vacio de H1

Un peón se mueve lentamente por el tablero. Dudativamente se sitúa con una emoción reprimida dentro de los huesos del señor D. Señor suena muy formal, mejor solo D. La expectativa se crea ente el movimiento de apertura. Ya no se puede volver atrás ahora. En realidad nunca es posible, el volver es una de esas ilusiones que nos gusta permitirnos incluso cuando no la ignoramos.

-No puedo creer que en realidad estemos jugando.

-Me has pedid que juguemos. Hace tanto tiempo ya que nadie quiere hacerlo, no pude negarme. A la mayoría le doy miedo. ¿Crees que podrás ganarme?

-No lo se. Por lo menos no ahora.

El lento devenir del juego existe en su propio universo. Jugando con los colores, el tablero es azul y rojo. El blanco y negro es demasiado aburrido para la ocasión. D tiene las piezas rojas. Habría preferido piezas amarillas, pero es un mal color para el ajedrez. Hay que atenerse, algunas veces, a las leyes de lo apropiado.

Solamente se han movido los penes. Ambos están a la expectativa. Parecen respetarse, pero en el caso de D es algo mas parecido al miedo que al respeto lo que siente. Miedo al fracaso, la tentativa de la derrota. No le gusta perder. Eso se dice de aquellos que gustan demasiado de la victoria. A nadie le gusta perder. El caballo azul se mueve.

-¿Has decidido cambiar de táctica?

-No.

-Entonces pretendes generar en mí una reacción.

D mueve otro peón. Sus movimientos dejan ver una estrategia extraña. Busca generar una expectativa ante la inmovilidad de su línea de fondo. Dos movimientos más y el escenario estarán listo. En el ajedrez la importancia de la correcta colocación es prioridad. La colocación da control. D esta seguro de que sorprenderá a la Muerte. Mueve otra vez el mismo peón. Sabe que no perderá ninguna pieza por lo menos en los próximos tres movimientos.

-¿Por qué confías tanto en tus peones? No son piezas muy fuertes dentro del juego, su número los delata como débiles.

-Su número es provechoso. Es cierto que su movilidad es limitada, pero no todo es movimiento. Hay muchas formas de usar la fuerza. Podría incluso usar la ausencia de fuerza.

-Hablas con seguridad.

El ultimo peón esta situado. Nada en el tablero indica que la estrategia sea descubierta. Ninguna pieza ha sido removida aun, eso es una buena señal. El enroque permitirá la seguridad necesaria. Un juego mental, eso es el ajedrez. Todos lo dicen, pero no conocen la magnitud de esa verdad. Nadie conoce la magnitud de las verdades, las verdades son siempre demasiado amplias para el ojo humano. Ahora D permanecerá con un aspecto meditativo por un momento. Interpretar el papel de ingenuo, hacer creer que no tiene un plan trazado. O que por lo menos no esta aseguro de el.

-¿Por qué me has pedido que jugáramos?

-Lo vi en una película. Fue hace ya mucho tiempo.

-¿Y que sucedía?

-El héroe trágico sacrifica su victoria por la vida de una familia. Algo poco inteligente si me preguntas.

- No pensaba hacerlo. Sin embargo me parece interesante que creas eso. ¿No tienes a alguien por quien te sacrificarías?

- ¿Es eso una oferta una amenaza?

-Es una pregunta que no responderás. Llevas mucho tiempo pensando tu siguiente movimiento. Empiezo a creer que dudas e tu estrategia inicial. Sabes suelo causas esa sensación a las personas.

La confianza invade a D en silencio, sin que ninguno de sus músculos se permita disfrutarla. El enroque es ahora la meta más cercana. El primer movimiento para eso es sacar el caballo del rey del medio. Lo hace lentamente.

-¿Has decidido cambiar de táctica?

-Yo hice esa pregunta ya.

Una sonrisa. El tiempo muchas veces puede parecer una ilusión, a tal grado que llegamos a encontrar una o dos eternidades por día. Esta vez le parece a D que la sonrisa había durado una eternidad, pero no esta aseguro de poderlo llamar una ilusión. Un alfil azul lo saca del letargo. Otro movimiento defensivo, sin el deseo de situar piezas. Ahora se mueve el alfil rojo que debe hacerlo, con la confianza de siempre escondida un poco. Nada había cambiado la situación. El movimiento no es sinónimo de cambio, a veces el cambio sirve para mantener las estructuras, las ideas originales. Un peón azul se adelanta y queda vulnerable ante un ataque del recién colocado alfil. Quizás sea una trampa. No importa, a partir del enroque el tablero será propiedad individual. El único movimiento que suele hacerse con ambas manos. La defensa esta creada a través de todo el tablero.

-Enroque.

-Supuse que harías eso.

-¿Habrás descifrado mi estrategia? — (hay que mencionar que en su voz se dejo ver un poco de miedo)

-No.

-¿Mientes?

-Nunca miento. Toda mentira es una ficción, una creación. Y, por la misma naturaleza de mi ser, no soy capaz de crear. Ergo, no me es posible mentir.

Amparado en la silenciosa aprobación del oponente, ambos se ven a los ojos. Hay algo en el aire (frase muy usada). Al volver la mirada en el tablero, los oponentes volvieron a ese tiempo compartido en proporciones exactas a la pericia de cada uno. D observa como la reina azul hace un movimiento tentativo. Al volver la mirada sobre los pasados movimientos se da cuenta de que hay un indicio de estrategia. Una muy extraña, que consiste en utilizar la movilidad, y consecuentemente peligrosidad, de la reina para crear una distracción. Le parece a D que es una estrategia más que digna de su adversario. Sabía como contrarresta.

La lenta maquinaria empezaba a tomar forma y velocidad. Su propia estrategia tiene la ventaja de la posición. Es dueño del tablero, es dueño del juego. La confianza se apodera de su cuerpo, sabe que pasara. Sabe que la reina azul se moverá hacia el área con menos piezas, donde podrá moverse mejor, justo sobre el rey rojo enclaustrado en su torre. Sabe que si la persigue otras piezas aludirán ignorancia y se moverán al centro del tablero. Sabe que puede amagar un movimiento para tomar ambos alfiles en cinco movimientos. Sabe que tiene la partida ganada.

D mueve su propia reina un espacio hacia delante para hacer algo de tiempo.

-Me has dicho que la idea de retarme la tomaste de una película.

-Si.

-Y que el retador de ese juego se sacrifica.

-Así es.

-Dime, ¿Por qué hacerlo peder la partida de esa forma?

-Por esperanza.

-¿Es esperanza? Digo, ¿existe esperanza en la derrota?

-No exactamente. Veras, existe la posibilidad de que si el héroe trágico no hubiera conocido a esa familia habría ganado, al no verse en el conflicto ético de arrastrarlos si perdía. Es algo que no se dice, pero que se cree, que se deduce. De eso se trata la esperanza, de creer, de fe. Por eso muere al último la esperanza.

-Entonces crees que puedes ganarme.

-Cuando lo preguntaste antes te dije que no estaba seguro. Pero la verdad es que a mi no me gusta la esperanza. Esta basada en un principio de irracionalidad, y eso para un ajedrecista es trágico.

-Claro.

La reina azul se ve forzada al movimiento para evitar el peligro, se mueve en línea recta hacia atrás, frente a la torre, en el lugar de un peón ausente. Luego, la reina roja toma un peón para poder tomar una mejor posición al centro. Al siguiente movimiento, la misma reina toma un alfil azul. Dos movimientos más tarde que eso, un caballo rojo toma el último alfil azul. Empiezan a escasear las piezas para le movimiento y noto la dificultad de narrar un encuentro de ajedrez para alguien que es pésimo ajedrecista.

-Jaque

D había hecho un movimiento y había logrado un jaque. El rostro de su adversario denotaba asombro. Un jaque combinando el dominio que tenía sobre el centro del tablero con sus dos alfiles. Ahora la muerte pensaba en como salir del jaque. Pero era inútil, el jaque no era en si una amenaza, sino una distracción. Así podría perseguir a la segunda línea contraria y terminar de eliminar a la primera. La torre de A8 primero. Mueve y toma la torre con su propia reina.

-El jaque era una distracción. Interesante estrategia, buscas desarmarme.

-Empiezas a ver el panorama.

-Es verdad, no habría adivinado que eso querías hacer. La verdad no soy muy bueno con las estrategias, soy mas bien un buscador de oportunidades.

-Eso suena a sarcasmo.

-Si es verdad.

La muerte ve el tablero y sonríe. D observa en sus ojos una realidad insostenible. La preocupación del jaque había desaparecido. Ahora se siente observado con inquisidora curiosidad. Mueve su reina y toma otro peón. Luego de un momento de observar el tablero, la Muerte hace el movimiento final. Adelanta la reina y devora el peón que esta en H2. Ahora la reina como al borde de un precipicio, esperando poder volar. Jaque mate.

-¿Jaque mate?

-Claro. Confiaste demasiado en tu estrategia que no viste el peligro que había desde que deje de mover mi reina.

-No puede ser, unos movimientos más y la partida habría sido mía. ¿Cómo no pude ver eso?

-Te repito, estabas demasiado confiado.

-No, no puede ser, lo habría visto.

-Cuando moviste tu reina de C7 eliminaste el único movimiento que habría contrarrestado el jaque, aun a costa de tu propia reina, yo habría perdido la mía y probablemente una torre en los movimientos siguientes. Pero escogiste ignorarme y trazar tu plan. En realidad has jugado poco contra mí, has jugado mas hacia ti, colocándote, y creyendo que mis movimientos defensivos eran tan poca amenaza que no llegaría a ganarte.

-¡No puede ser!

-De cualquier manera, ¿Qué esperabas de haberme ganado? ¿Inmortalidad? No, no. Quizás habrías ganado un poco de tiempo, inútil tiempo que gastarías en buscar la salvación divina o hedonismo. No sabrías nunca para que sirve la vida. Especialmente cuando soy yo quien la define…he ganado, ahora salta del balcón.

domingo, 26 de agosto de 2007

Impetu y Madrugada

El obscuro papel
que recubre un rostro
de demagogia
me llama al deseo
de devorar mis palabras

Las campanas suenan
con hambre protectora
ante la sonrisa sutil
de la nuevas catedrales
del cuerpo imperfecto.

Las apariencias engañan
mas de lo que deben.

Los ídolos agonizan
para renacer violentos
sobre las paranoias
del y frente a los otros.

Promover lineas rectas
para subir montañas
del santo pecado,
ilusiones o realidades,
todo es lo mismo.

¿Cuantas ideas bastan
para construir
todo lo que no quiero?

Facilitar las formas
es mas fácil
cuando lo creemos
siempre posible.

domingo, 19 de agosto de 2007

Parentesis

Clara camina sobre le burdo olor a hedonismo (alcohol, tabaco y sexo), mientras dentro de la casa todos reían sus propias perversiones. Cada palabra que escuchaba le parecía un silencio infinito. Todos los silencios, todas las palabras, están conectados en su insensata forma de hacerse daño. Quizás todo lo que necesitaba para saberse viva era un silencio, una palabra suprimida de la boca del inexistente destino, que no le dijera a donde ir.

Algunas veces se sorprendía pensando en aquel niño que vivía cerca de su casa cuando ella tenía 10 años. El si que era un maestro del silencio. Podía decir cualquier cosa, siempre que fuera importante, con un silencio. Mientras recordaba se dio cuenta que el jardín necesitaba mas cuidados y menos fiestas.

Conforme pasaba el tiempo el olor a tabaco aumentaba. El viento le acariciaba las mejillas como si la amara. Nunca había amado. No sabia lo que era, pero no le importaba, lo único que quería era estar sola porque nadie la entretenía suficiente tiempo. Ni siquiera el niño de los silencios. Bonito nombre para recordarlo, pensó. Varios años después escribiría un libro con ese nombre. En un futuro cuando volviera encontrar a ese amo de lo no dicho, en un futuro cuando lo viera morir. Pero no lo sabía aun.

El vaso que sostenía empezaba a sentirse mas pesado, la bebida y la gravedad se volvían mas amigas. Clara supuso que ya la noche le exigía respeto. Repaso mentalmente todas las cosas que odiaba. Una larga lista para un cabello tan corto, pensó con insistencia. Y recordó porque había aceptado a invitación a esta fiesta de sudor y olvido con resaca. Sonreía. Sonreía mucho mas en soledad, quizás porque era mas feliz sola. Alguien le dijo una vez, en un autobús, que su sonrisa parecía una telaraña de invierno. Y claro, se apela al ego de las personas y se les hace interesarse en una charla. Cuando quiso saber porque la analogía, resulto que lo que ella creyó que era un poeta (o en el peor de los casos un lector), en realidad era un vacío aprendiz de don Juan. Otra vida desechable, como solía llamarlos. En cada esquina hay una de esa. Tal vez dos, si la ocasión lo amerita. O en masa, en ocasiones/situaciones como esta fiesta.

Arriba, en el balcón de la segunda planta, una pareja se besaba con la pasión del odio. Estaban apartados del universo por su libido. El cuerpo humano esta hecho para el contacto, pensó Clara, esta hecho para adoptar formas que se acoplen perfectamente a otro cuerpo. Un beso como ese era solo un símbolo de que el ser humano no puede satisfacer sus deseos por si solo.

Dentro de la casa había una mezcla de vírgenes, incendios, dionisios y juegos de rol. La vida apuntaba hacia si misma. El sentido último de la vida humana es complacer. Como ritual de fertilidad, la mujer era el centro del hedonismo. Una fiesta como cualquier otra. Afuera, en el jardín, estaban las piezas de ajedrez que ya habían sido devoradas por el ímpetu de la indecencia (siempre relativa) de las festividades de la carne. Clara lloraba sin lágrimas, y sin saberlo.

Clara pensó en lo idiota que era todo eso. Todos pensando que sostenían la verdad absoluta sobre el secreto de la vida. Pero en su seguridad estaba su engaño. Creían engañar a la vida, pero eran ellos los engañados. Como Ulises y las sirenas. Y mientras tanto el cielo se despejaba. Las estrellas eran los mejores testigos del tiempo, aunque fuera solo una metáfora.

Clara sentía el sueño. El sueño era hermano de la muerte, según los griegos. Al mismo tiempo que ella había tres personas mas en el jardín. Dos mujeres charlando sobre la mejor manera de llegar a escribir la palabra amor sin faltas empíricas, y un tipo que dormía recostado sobre un muro. Lo veía con cierta curiosidad. Parecía demasiado cómodo. Hizo una analogía mental, casi instantánea, entre la irrespetable condición de la vida en transito que es la contemporaneidad y la impávida resolución de ese cuerpo inerte. No dormía como los ebrios lo hacen. Su sueño era más sobrio, pero la profundidad que parecía tener no era normal. Un sueño ensimismado, egoísta, un secreto. Siempre le habían atraído los secretos. Seguro soñaba con felicidad. La felicidad, otra de esas quimeras que nos quieren dar esperanza.

El parecía, a los ojos de ella, entender esas cosas que ella despreciaba. Le vino a la mente que quizás todo lo que ella odia es solo un malentendido. Nunca pensó que talvez no había comprendido algunas cosas, y que por eso las odiaba. Pero no, Clara sabia que toda lo que ella llegaba a conocer, también llegaba a odiar. Los secretos que la atraen, al ser descubiertos la empujan en dirección contraria y con la misma fuerza. Acción y reacción. La física siempre es una fuente interesante de metáforas, símiles y analogías. Lo volvió a observar. Tenia algo raro en los párpado, casi podía leer la historia de su infancia ahí. Estaba manchado con soledad.

Las fiestas traen a colación la naturaleza real de las personas. Puede ser que en ellas el superyo se vuelve solamente una marioneta, puede ser que la moral se vuelva una fantasía, y que las fantasías se vuelvan siempre sexuales. Todo tiene que ver con el sexo, Clara lo sabía. Pero no lo negamos. Por eso son tan fuertes los impulsos sexuales. Talvez el también lo piense así, pensó.

Avanzo. Lentamente, no quería tampoco arruinar el momento con prisas. Despacio por su cabeza pasaban posibilidades de números danzantes y soldados de plomo. Se sentía como una flecha que explora velozmente una jungla en dirección a un corazón. Seguramente porque ya tenía unas copas de más. Cada paso le tomaba uno o dos días, pero en esa noche eterna no eran mucho realmente. Su cabeza sentía como el llanto daba paso al silencio de la duda. Su memoria resoplo sobre la teología del momento. Eso hizo que se detuviera.

Sentía como el confort de ese tipo le clavaba alfileres bajo las uñas. Inmediatamente lo olvido. La fiesta aya parecía una insignificante bromas de los dioses del placer (hay muchos). El tumulto ya no le servía como fuente de pensamientos, le servía como música orquestal para su encuentro con ella misma a través de los ojos cerrados del durmiente. AHÍ ESTOY YO, pensó con la naturalidad de las epifanías. Estaba a media distancia entre su punto de partida y su mente. Pero ya no podía seguir. Era ELLA MISMA quien dormía frente a sus ojos. La existencia se resumía a eso, en cualquier caso.

Lo observaba para observarse a si misma. El tenia el cabello corto, ella también. El era delgado, como ella, pero en el era mas evidente. El parecía ser una persona de sonrisa fácil, pero abstraído en si mismo. Ella masticaba con sal el humor. Ambos vestían de negro, aunque de noche todos los gatos son pardos. Ella estaba despierta, en su infelicidad de Erostrato. El dormía en sueños de ICARO.

Cara continuo los pasos de dos días nuevamente. No quería despertarlo, porque entre las teorías que había manejado hasta ahora, pensaba que en realidad el soñaba con una mujer que se veía a si misma en un hombre dormido. Todos le tememos a la muerte.


A cada paso que daba se le revelaban mayores secretos. Y estos no la alejaban porque con cada revelación venían más incógnitas, como debería de ser siempre. Los zapatos de él atestiguaban el hábito de caminar. Seguramente llevaba un par de días sin afeitarse. Ella camina poco. Clara sentía las piernas débiles. Cada paso era una mezcla de absurdo obstáculo y voluntad. Las imágenes volaban antes sus ojos como proyecciones de un pasado que ya no era suyo. Incluso veía como encajaba el hombre dormido en su vida. Lo veía en otras memorias, siempre dormido, con la impávida virtud de la realidad en sus ojos cerrados. Cuando estaba por recordarlo con los ojos abiertos algo más se interponía, otro recuerdo que demandaba más atención. Pero si, ahí estaba. Lo veía de otra forma. Lo veía de pie, detrás de su padre el di que se fue de casa, junto al espejo de la sala de están en la casa de su amia que fue a vivir a París. Lo veía escondido en los ojos del niño de los silencios. Pero siempre incompleto, lo sabia despierto, pero no lo recordaba así. Solo ojos cerrados, labios gruesos. Pero siempre con la mirada inacabada.

Sentía ya su aroma a tesoro perdido. Sus piernas fallaron y cayó junto a el, afortunadamente en silencio, por aquello de el sueño y la muerte. El vaso que l había acompañado en su travesía paradójica derramo su vida sobre el césped. La impavidez del sueño era imperturbable. Lo observo intensamente. Cada centímetro de ese rostro era suyo. Cada diferencia era ella. Todo dejaba de tener sentido. La odisea de mil años terminaba ante el falso ídolo que era ella misma. Ya no quedaba nada de odio, no había espacio. Elevo la mirada al balcón y vio que la pareja que se besaba eran ellos dos. Por toda su espina dorsal retumbo violentamente un nombre. BRUNO, el dormido que atentaba contra su existencia. Sentía en los labios la sensibilidad de los besos. Extendió la mano para tocar el rostro del demonio que la poseía. Todo se detuvo. El infinito instante se prolongó como la persecución de Aquiles a la tortuga. Presencia eterna de un destino inalcanzable. Clara vio como los párpado se separaban para dejar ver unos ojos tan distintos a los suyos que solamente podían ser los mismos. Un mínimo instante se encontraron. El tiempo suficiente para que ambos conocieran otra existencia. Eran dos paréntesis que se encontraban. Ella se desmayo, pensando en que había derramado el licor mezclado con cloro, a partes iguales, que pretendía beber.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Cenizas de la tarde

El anímico humo
del tabaco dionisiaco
en la ambivalencia sutil
de los ojos de todos.

Cada palabra perdida
en el frenesí de la vida
despierta en el recuerdo
de los futuros dioses
hedonistas de la nada.

Intermedios de ojos rojos
sobre la mesa de noche
en el estático peregrinaje
de las arrugas de la cama.

El viento vuelve a sentirse
entre los dedos, las manos
y la voz de la mañana,
mientras todo lo demás
sigue inamovible.

El maravilloso olvido
se incendia al alba
bajo la mirada casual
de un sonriente deseo
de eterno retorno.

Siempre hay algo
que no hemos visto.

La neurótica rutina,
el bestial momento
de la locura imperfecta,
cada día mas viejos.

martes, 14 de agosto de 2007

Solitari sol

Concedo espacio a lo que quiero observar, cambio mis supuestos básicos para adaptarme a mi mismo. El querer se vuelve en el saber, y siempre es el mismo resultado. Esta ecuación, que es sin ser, se resuelve siempre dentro del mismo pensamiento obtuso. Obtengo lo que es, encontrando nada a mi alrededor. Soledad. así se resuelve el problema inicial, ese es el equivalente simplificado.
Condicionada por la entereza de lo absoluto, porque la soledad real es absoluta, se esconde entre multitudes de consecuencias. La movilización en esta situación se vuelve externa y simbólica. Correr para terminar en el mismo lugar. Siempre a la misma distancia de todo, siempre dos segundos mas lejos de lo que debería. La perspectiva que permite esa distancia bendice a las opiniones que se vuelven extranjeras frente a las comunes y al mismo tiempo extrañamente coherentes. Las pasiones se vuelven también distintas. Se vuelven direccionales y se mantienen relacionadas entre si según su movimiento.
Las pasiones que se despiertan desde un foco externo y sensual se vuelven débiles, pero con la posibilidad de la reconsideracion espontánea como prioridad. Lo interno y racional se vuelve primordial y constante, que se mantiene siempre dentro de sus limites y siempre en contacto con ellos.
La soledad mantiene al ser humano en un estado de equilibrio casi constante, pero solo cuando es absoluta (real) y cuando se logra comprender y asimilar. Pero la soledad también corroe. Se enraiza en los ojos y nos ciega, nos mantiene sobrios, pero puede llegar a darnos una sobriedad embriagante. Quien no sabe llevar la soledad se mantiene enfermo en su propia burbuja de negación y contradicciones.
El tener y el no tener se conjugan sobre el mismo objeto y con las mismas frases. La locura y sus imperantes soluciones dentro de un marco perfecto de lógica interna. La locura, amante trágico de la soledad. Y así se va el mundo, se va la luz de los ojos, y desciende la ambivalencia de este concepto. La poesía se conjuga con el infinito, la sangre se disuelve en suspiros no escuchados,
y el ser se envuelve en la nada. La soledad se sostiene a si misma en las manos ajenas, aunque esas manos tiemblen.