Caminar despacio
sobre los vidrios rotos,
la melancolía de siempre
que recorre mis venas
en la cotidiana indiferencia
de las sonrisas amables.
Ya no siento las ausencias,
ya no sueño con volver a ver
a la diosa del deseo
y el árbol del bien y el mal,
el mar se calma un poco.
El silencio se apodera
de mi contexto inmediato,
siento el mundo inerte a mi alrededor,
poco a poco dejo de ser
lo que la inmaculada soledad
me ha vuelto.
Ya no existe nada, ya no queda nada,
no olvido la ilusión de los dioses
que se amaron, y crecieron
separados por un mar de cantos
y promesas infinitas.
La memoria me ataca,
y sonrío ante la solicitud
de un invierno más
recordando las palabras
mas hermosas que conozco.
sobre los vidrios rotos,
la melancolía de siempre
que recorre mis venas
en la cotidiana indiferencia
de las sonrisas amables.
Ya no siento las ausencias,
ya no sueño con volver a ver
a la diosa del deseo
y el árbol del bien y el mal,
el mar se calma un poco.
El silencio se apodera
de mi contexto inmediato,
siento el mundo inerte a mi alrededor,
poco a poco dejo de ser
lo que la inmaculada soledad
me ha vuelto.
Ya no existe nada, ya no queda nada,
no olvido la ilusión de los dioses
que se amaron, y crecieron
separados por un mar de cantos
y promesas infinitas.
La memoria me ataca,
y sonrío ante la solicitud
de un invierno más
recordando las palabras
mas hermosas que conozco.