domingo, 19 de agosto de 2007

Parentesis

Clara camina sobre le burdo olor a hedonismo (alcohol, tabaco y sexo), mientras dentro de la casa todos reían sus propias perversiones. Cada palabra que escuchaba le parecía un silencio infinito. Todos los silencios, todas las palabras, están conectados en su insensata forma de hacerse daño. Quizás todo lo que necesitaba para saberse viva era un silencio, una palabra suprimida de la boca del inexistente destino, que no le dijera a donde ir.

Algunas veces se sorprendía pensando en aquel niño que vivía cerca de su casa cuando ella tenía 10 años. El si que era un maestro del silencio. Podía decir cualquier cosa, siempre que fuera importante, con un silencio. Mientras recordaba se dio cuenta que el jardín necesitaba mas cuidados y menos fiestas.

Conforme pasaba el tiempo el olor a tabaco aumentaba. El viento le acariciaba las mejillas como si la amara. Nunca había amado. No sabia lo que era, pero no le importaba, lo único que quería era estar sola porque nadie la entretenía suficiente tiempo. Ni siquiera el niño de los silencios. Bonito nombre para recordarlo, pensó. Varios años después escribiría un libro con ese nombre. En un futuro cuando volviera encontrar a ese amo de lo no dicho, en un futuro cuando lo viera morir. Pero no lo sabía aun.

El vaso que sostenía empezaba a sentirse mas pesado, la bebida y la gravedad se volvían mas amigas. Clara supuso que ya la noche le exigía respeto. Repaso mentalmente todas las cosas que odiaba. Una larga lista para un cabello tan corto, pensó con insistencia. Y recordó porque había aceptado a invitación a esta fiesta de sudor y olvido con resaca. Sonreía. Sonreía mucho mas en soledad, quizás porque era mas feliz sola. Alguien le dijo una vez, en un autobús, que su sonrisa parecía una telaraña de invierno. Y claro, se apela al ego de las personas y se les hace interesarse en una charla. Cuando quiso saber porque la analogía, resulto que lo que ella creyó que era un poeta (o en el peor de los casos un lector), en realidad era un vacío aprendiz de don Juan. Otra vida desechable, como solía llamarlos. En cada esquina hay una de esa. Tal vez dos, si la ocasión lo amerita. O en masa, en ocasiones/situaciones como esta fiesta.

Arriba, en el balcón de la segunda planta, una pareja se besaba con la pasión del odio. Estaban apartados del universo por su libido. El cuerpo humano esta hecho para el contacto, pensó Clara, esta hecho para adoptar formas que se acoplen perfectamente a otro cuerpo. Un beso como ese era solo un símbolo de que el ser humano no puede satisfacer sus deseos por si solo.

Dentro de la casa había una mezcla de vírgenes, incendios, dionisios y juegos de rol. La vida apuntaba hacia si misma. El sentido último de la vida humana es complacer. Como ritual de fertilidad, la mujer era el centro del hedonismo. Una fiesta como cualquier otra. Afuera, en el jardín, estaban las piezas de ajedrez que ya habían sido devoradas por el ímpetu de la indecencia (siempre relativa) de las festividades de la carne. Clara lloraba sin lágrimas, y sin saberlo.

Clara pensó en lo idiota que era todo eso. Todos pensando que sostenían la verdad absoluta sobre el secreto de la vida. Pero en su seguridad estaba su engaño. Creían engañar a la vida, pero eran ellos los engañados. Como Ulises y las sirenas. Y mientras tanto el cielo se despejaba. Las estrellas eran los mejores testigos del tiempo, aunque fuera solo una metáfora.

Clara sentía el sueño. El sueño era hermano de la muerte, según los griegos. Al mismo tiempo que ella había tres personas mas en el jardín. Dos mujeres charlando sobre la mejor manera de llegar a escribir la palabra amor sin faltas empíricas, y un tipo que dormía recostado sobre un muro. Lo veía con cierta curiosidad. Parecía demasiado cómodo. Hizo una analogía mental, casi instantánea, entre la irrespetable condición de la vida en transito que es la contemporaneidad y la impávida resolución de ese cuerpo inerte. No dormía como los ebrios lo hacen. Su sueño era más sobrio, pero la profundidad que parecía tener no era normal. Un sueño ensimismado, egoísta, un secreto. Siempre le habían atraído los secretos. Seguro soñaba con felicidad. La felicidad, otra de esas quimeras que nos quieren dar esperanza.

El parecía, a los ojos de ella, entender esas cosas que ella despreciaba. Le vino a la mente que quizás todo lo que ella odia es solo un malentendido. Nunca pensó que talvez no había comprendido algunas cosas, y que por eso las odiaba. Pero no, Clara sabia que toda lo que ella llegaba a conocer, también llegaba a odiar. Los secretos que la atraen, al ser descubiertos la empujan en dirección contraria y con la misma fuerza. Acción y reacción. La física siempre es una fuente interesante de metáforas, símiles y analogías. Lo volvió a observar. Tenia algo raro en los párpado, casi podía leer la historia de su infancia ahí. Estaba manchado con soledad.

Las fiestas traen a colación la naturaleza real de las personas. Puede ser que en ellas el superyo se vuelve solamente una marioneta, puede ser que la moral se vuelva una fantasía, y que las fantasías se vuelvan siempre sexuales. Todo tiene que ver con el sexo, Clara lo sabía. Pero no lo negamos. Por eso son tan fuertes los impulsos sexuales. Talvez el también lo piense así, pensó.

Avanzo. Lentamente, no quería tampoco arruinar el momento con prisas. Despacio por su cabeza pasaban posibilidades de números danzantes y soldados de plomo. Se sentía como una flecha que explora velozmente una jungla en dirección a un corazón. Seguramente porque ya tenía unas copas de más. Cada paso le tomaba uno o dos días, pero en esa noche eterna no eran mucho realmente. Su cabeza sentía como el llanto daba paso al silencio de la duda. Su memoria resoplo sobre la teología del momento. Eso hizo que se detuviera.

Sentía como el confort de ese tipo le clavaba alfileres bajo las uñas. Inmediatamente lo olvido. La fiesta aya parecía una insignificante bromas de los dioses del placer (hay muchos). El tumulto ya no le servía como fuente de pensamientos, le servía como música orquestal para su encuentro con ella misma a través de los ojos cerrados del durmiente. AHÍ ESTOY YO, pensó con la naturalidad de las epifanías. Estaba a media distancia entre su punto de partida y su mente. Pero ya no podía seguir. Era ELLA MISMA quien dormía frente a sus ojos. La existencia se resumía a eso, en cualquier caso.

Lo observaba para observarse a si misma. El tenia el cabello corto, ella también. El era delgado, como ella, pero en el era mas evidente. El parecía ser una persona de sonrisa fácil, pero abstraído en si mismo. Ella masticaba con sal el humor. Ambos vestían de negro, aunque de noche todos los gatos son pardos. Ella estaba despierta, en su infelicidad de Erostrato. El dormía en sueños de ICARO.

Cara continuo los pasos de dos días nuevamente. No quería despertarlo, porque entre las teorías que había manejado hasta ahora, pensaba que en realidad el soñaba con una mujer que se veía a si misma en un hombre dormido. Todos le tememos a la muerte.


A cada paso que daba se le revelaban mayores secretos. Y estos no la alejaban porque con cada revelación venían más incógnitas, como debería de ser siempre. Los zapatos de él atestiguaban el hábito de caminar. Seguramente llevaba un par de días sin afeitarse. Ella camina poco. Clara sentía las piernas débiles. Cada paso era una mezcla de absurdo obstáculo y voluntad. Las imágenes volaban antes sus ojos como proyecciones de un pasado que ya no era suyo. Incluso veía como encajaba el hombre dormido en su vida. Lo veía en otras memorias, siempre dormido, con la impávida virtud de la realidad en sus ojos cerrados. Cuando estaba por recordarlo con los ojos abiertos algo más se interponía, otro recuerdo que demandaba más atención. Pero si, ahí estaba. Lo veía de otra forma. Lo veía de pie, detrás de su padre el di que se fue de casa, junto al espejo de la sala de están en la casa de su amia que fue a vivir a París. Lo veía escondido en los ojos del niño de los silencios. Pero siempre incompleto, lo sabia despierto, pero no lo recordaba así. Solo ojos cerrados, labios gruesos. Pero siempre con la mirada inacabada.

Sentía ya su aroma a tesoro perdido. Sus piernas fallaron y cayó junto a el, afortunadamente en silencio, por aquello de el sueño y la muerte. El vaso que l había acompañado en su travesía paradójica derramo su vida sobre el césped. La impavidez del sueño era imperturbable. Lo observo intensamente. Cada centímetro de ese rostro era suyo. Cada diferencia era ella. Todo dejaba de tener sentido. La odisea de mil años terminaba ante el falso ídolo que era ella misma. Ya no quedaba nada de odio, no había espacio. Elevo la mirada al balcón y vio que la pareja que se besaba eran ellos dos. Por toda su espina dorsal retumbo violentamente un nombre. BRUNO, el dormido que atentaba contra su existencia. Sentía en los labios la sensibilidad de los besos. Extendió la mano para tocar el rostro del demonio que la poseía. Todo se detuvo. El infinito instante se prolongó como la persecución de Aquiles a la tortuga. Presencia eterna de un destino inalcanzable. Clara vio como los párpado se separaban para dejar ver unos ojos tan distintos a los suyos que solamente podían ser los mismos. Un mínimo instante se encontraron. El tiempo suficiente para que ambos conocieran otra existencia. Eran dos paréntesis que se encontraban. Ella se desmayo, pensando en que había derramado el licor mezclado con cloro, a partes iguales, que pretendía beber.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

primera lectura.

wuau...

Anónimo dijo...

La grandeza del silencio, el miedo constante a la soledad y la inquebrantable inquietud de nuestro libido, todo expresado de una forma elegante, en un cuento abstracto que se convierte en el sueño de cualquiera, y la vez, en una busqueda del entendimiento de nuestra propia identidad.

Anónimo dijo...

segunda lectura.

umm.... un comment nuevo, ya te das a conocer...
(te acordaras de mi cuando seas famoso y adinerado????)
no quiero escribir nada que pueda competir con el comentario anterior (además prefiero escuchar la interpretación del propio autor a la mia propia)

Besos.

Anónimo dijo...

Definitivamente sabes como mantener la atencion durante el desarrollo del cuento, mientras al mismo tiempo dejas conocer verdades relativas para el lector, dejandome intrigada y enganchada con la historia, hasta el punto que me meto dentro de ella tratando de descifrar a Clara,tratando de entenderla, mientras la comparo con mi realidad y la realidad de los que conozco. Tienes mucho talento, me encanto el cuento y me encantaria leer otros mas.